Alicia apagó la luz, echando un último vistazo a la habitación, a las paredes que habían ido redecorándose mientras Daniel crecía, los huecos en las estanterías de los libros que se marchaban con él, el escritorio huérfano de papeles, la cama sin el desorden de la forma de su cuerpo sobre los almohadones, la percha vacía de todas sus gorras favoritas, la muesca en la pared del balonazo con el que celebró su primer campeonato, la caja sobre el armario con todos los recuerdos de la infancia, las fotos de su último viaje en el corcho junto con unas entradas de cine y unos recortes de prensa de la entrega de su premio, su olor aún en el ambiente recordándole aquel otro aroma de cuando era bebé, aquel bebé prematuro y diminuto que llegó para cambiar su vida y ahora se marchaba para continuar con la suya.
Alicia soltó un suspiro cargado de 22 años de nostalgia, se sentó en el sofá, sintió un intenso escalofrío y se arrebujó con la manta. De repente había llegado el frío, así, sin más.
En un abrir y cerrar de ojos el verano había dado paso al invierno.
2 comentarios
uno de mis cuentos favoritos sin duda, recuerdo como me emocioné la noche que lo leí por primera vez, y me sigue emocionando.
muchas gracias, también es uno de mis favoritos, me alegro que te llegue a emocionar