Un año contando, un año compartiendo, un año soñando, un año acercándoos mi estrella, un año creciendo junto a vosotros, un año de ilusiones, un año del blog.
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Cuando me convertí en madre comprendí muy pronto que tenía que seguir mi instinto, escuchar mi voz de madre y sentir a mi bebé para que ambos estuviéramos bien, para que ambos fuésemos felices. Y así fue cómo comencé a hacer colecho, y así fue cómo comencé a escuchar la voz de mi bebé.
Estos podrían ser los sentimientos de cualquier bebé, y para descubrir la voz de una mamá no dejéis de leer hasta el final.
Ni los niños, ni las madres somos simples artículos u objetos a los que colgar una etiqueta, pero por alguna extraña razón somos el objetivo fácil de todo tipo de críticas, nos llueven los adjetivos y parece que no tenemos un buen paraguas para aguantar semejante chaparrón. Y no tenemos ese paraguas porque entre nosotras mismas; las madres, no nos apoyamos, y desafortunadamente muchas de esas “etiquetas” nos las colgamos nosotras, las compañeras de maternidad.
A riesgo de ser criticada sólo por el enunciado, hoy os voy a explicar porqué evito el muy bien, al igual que os expliqué lo del no.
Es innato, nuestros peques hacen algo y la boca parece que se nos llena de ese gran “muy bien”. Pero si mi hija me trae un dibujo y yo le digo qué bonito, muy bien, estaré ignorando:
Intenta abrir mi mano, como puedas, de cualquier manera. ¿Qué harás?, apretarás mi mano, los dedos, los forzarás y cuando veas que no puedes, probablemente, optarás por hacerme cosquillas hasta conseguir que la mano se abra.
Probemos otra opción. Coge mi mano, mírame, sonríeme y
Y aquí estoy, para las que ya me conocíais, las que me acabáis de conocer y las que me acabaréis conociendo.
Aquí está después de un año largo sólo en Instagram, el blog que muchas me habíais pedido, el blog donde leer y releer los cuentos, las frases de mamá, la distancia corta en la maternidad real.
Un lugar; refugio de las palabras que las madres atesoramos en los momentos que más pesan en la maternidad y en los que más compensan, palabras cifradas en un código íntimo, propio, sólo nuestro.
Aquí están… Y no vienen solas, estarán acompañadas del día a día; lo que aprendemos, lo que leemos, lo que inventamos, lo que cocinamos, en definitiva: lo que somos; una mamá y su chiquitina aprendiendo lo qué es la vida.
¿Nos acompañáis? Estaremos encantadas de compartir y descubrir el mundo con vosotros.